Vivir con psoriasis es sentirse estrella famosa de cine, pero no te equivoques, en este caso, todas las miradas y los señalamientos son despectivos, de asombro, asco o lástima. Era una niña de 9 años cuando apareció mi primera lesión, recorrí por aquel entonces todas las especialidades médicas en búsqueda de un diagnóstico. Cuando dieron con el resultado, descubrí que tenía algo que llamaban psoriasis y así empezó la cuesta arriba con medicamentos que, lejos de curarme, hicieron que los rebotes me llenaran el cuerpo. Pasé entonces por el Centro de Histoterapia placentaria, recuerdo aún el olor de la placenta adhiriéndose a mis placas, los minutos expuesta a los ultravioletas, y las continuas visitas de clínica en clínica buscando una solución. Con lo anterior, sólo quiero dejar en claro, que he padecido y, así seguirá siendo, toda mi vida con esta enfermedad, y que he probado métodos científicos y otros que se consideran pseudociencias, a fin de verme liberada de ello. No fue hasta que experimenté con Nopsor, allá por el 2004 en Acapulco, que las persona dejaron de preguntarme, si tenía un «herpes» en la pierna, de recomendarme remedios para los «hongos» de mis codos, porque mis lesiones desaparecieron. No fue magia, aquí aplica la constancia y adherencia al tratamiento, soportar el fuerte olor del alquitrán, pero vamos, eso a estas alturas eso es una nimiedad. He recomendado Nopsor a toda persona que conozco con este padecimiento, y hasta ahora, nadie se ha sentido defraudado. ¡Gracias totales por tanto!